Sacó el Sevilla ese perfil especulador que le nace de dentro, más de una vez y de dos. Todos atrás, muy cerca de Sergio Rico, esperando a que aparezca la jugadita. Casi siempre surge la misma porque arriba tira con bala. Y una vez por delante en el marcador, más de lo mismo, ni una alegría para el cuerpo. Si Sergio Rico -muy bien en algunas acciones y tembloroso en las salidas- estira la mano durante el partido, puede tocar la espalda de sus centrales. Debe ser orden de Emery. De lo contrario, no pasaría tan a menudo, especialmente fuera de casa. Pero claro, lo del Sevilla es tremendo. Nadie sabe la fórmula para tumbarlo. Bueno, igual Messi el sábado sí. Lo veremos. Desde luego no el Levante, que jugó acorde a su capacidad, razonablemente bien. Remató hasta diecisiete veces, nada menos, si bien esta estadística al Sevilla le da absolutamente igual. Empiezo a pensar que se encuentra realmente a gusto metido en el punto de penalti, acurrucando a su portero. Quizás se sienta seguro por esa extraña habilidad de sus defensas para interceptar con una pierna o la espalda los tiros de los rivales. Así una y otra vez. Hasta que arriba brilla lo mucho que tiene y fin de la historia. Creo, sinceramente, que se puede y se debe jugar mejor. Pero esto ya es cosa juzgada. Me rindo. Me hizo hasta gracia ver esa celebración de Emery cuando Fernando Navarro despejó un balón contra el cuerpo de un rival y el saque de banda fue para el Sevilla. De arte.