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No es que fuera malo el partido del Sevilla. Tampoco para elogiarlo, por supuesto. Digamos que produjo lo suficiente para ganar en el campo de un equipo en estado de pánico. Otras tardes vencieron los de Emery apareciendo mucho menos por el área rival. Ocurre que todos los días no es fiesta. Sobre todo si el cuerpo anda perezoso, quizás con síntomas de fatiga pese a lo renovado del once.
Desde luego en Granada no compareció el Sevilla racial, compacto y resolutivo de tantas tardes. Fue otro bien diferente. Atolondrado al principio, lento, como dejándose ir. Quiso ganar al ralentí y, efectivamente, su nivel le da para hacerlo en el Nuevo Los Cármenes. O no. Todo depende. Deben acompañar una serie de factores que efectivamente el Sevilla controla cual francotirador. Hasta que aparece el día tonto y entonces ya no hay manera. La desidia nunca llama a la victoria. Se sale flojo, supuestamente dominando la situación y cuando ya se ha perdido pie, entonces sí aparece la intensidad. Pero ya no es lo mismo. El partido marcha mal y suele terminar peor.
Sólo cuando entraron Banega y Aleix Vidal se olió la victoria. Meritorio el estado de forma de Aleix Vidal, al que cada día veo más como un futbolista ideal para la Premier League. Contrasta su buen momento con la depresión de Vitolo, nublado desde que lo llamó Del Bosque. Total, que el Sevilla se tiró toda la tarde tratando de despegar y no lo logró. Tampoco creo que el empatito deje heridos. No nos engañemos, el turrón está el jueves. Eso sí es que un señor partido, un señor objetivo. Ahí sí va gran parte de la temporada.
