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Fue una demostración de autoridad, de confianza en el proyecto, de fe en el futuro. Una manera contundente de reforzar su cargo y su capacidad para decidir. Pepe Castro entiende que es el momento de dar un paso adelante. Ahora, cuando los cuchillos sobrevuelan sus costados. El club está inmerso en una sucia guerra interna de accionistas que quedó patente en la zancadilla que la fuerza delnidiana quiso ponerle al actual rector en la pasada Junta General. Las ganas de recuperar el poder (¿qué tendrá este rico panal?) y la situación de demolición de Sevillistas de Nervión han incitado a Castro a irrumpir con fuerza para demostrar que tiene intención de seguir mandando.
El actual presidente siente a los enemigos más cerca de lo que creía y ha decidido actuar. No es normal que horas antes de batirse en el duelo europeo con el Villarreal marque una apuesta tan fuerte por Unai Emery, anunciando su ampliación de contrato, y confirme que mantendrá a Monchi en la dirección deportiva por los siglos de los siglos... Amén. Los códigos de los hombres de fútbol invitan a esperar los exámenes finales para tomar decisiones, pero él pretende adelantarse a cualquiera que esté pensando en moverle el sillón en el mínimo despiste. Por eso, ha decidido reforzar su escolta cuanto antes. Emery, pese a las críticas, es un técnico muy cotizado. La ampliación de contrato hará que se comprometa personalmente con el presidente, descartando la opción de ser tentado en verano. Su salida supondría un quebradero de cabeza para el presidente. No sería fácil encontrar un sustituto de garantías. Es su primera jugada maestra. La segunda la firmará zanjando cualquier especulación sobre el futuro de Monchi, cuya marcha haría temblar la estabilidad de su proyecto. Con sus dos apóstoles bien atados cualquier grieta futura se cerrará con más seguridad. Sin duda, un movimiento que desprende inteligencia en la gestión y genialidad para combatir a los enemigos. Quizá Castro no sea ese títere que algunos pensaban que podrían manejar...
