En medio de tanta depresión periodística, uno se reconforta pensando que cuando todo esto se vaya al carajo siempre nos quedarán los recuerdos. Los recuerdos de viajes cargados de trabajo, de cierres acelerados, de haber sido testigo directo de noticias dramáticas y otras excelentes, pero con la satisfacción de haber estado allí y no encerrado en una habitación delante del portátil. "El hombre que estaba allí", se titula un excelente documental sobre el periodista sevillano Chaves Nogales. Perfecta descripción.
Recuerdos de anécdotas de redacciones puras y no devastadas y comandadas por tipos como el siempre referente Paco Peréz o el amigo Tato Furest. De este último hay una genial que siempre me la recuerda el vecino Cepeda. Ahí va: En la fatídica tarde en la que se confirma el descenso administrativo del Sevilla, Furest activa su volcán nervioso y mira hacia un lado y hacia otro y sólo ve a dos becarios de verano. Con el pánico encima, bufa, se remanga y grita: “Por Dios, quiero profesionales”. La carcajada del resto de la redacción que allí estaba sacando como siempre el trabajo adelante fue tremenda.
Y es eso, precisamente, lo que los críticos le han reclamado al Betis: profesionales. Juan Carlos Ollero ha entendido que el Betis no se puede dirigir desde ‘El Avelino’ con un Gin-tonic ni con la Junta de Gobierno de una Hermandad al frente ni con la actitud folclórica con la que se lleva una caseta de Feria ni con los apellidos compuestos (Pérez de Tudela, que diría Manolo Aguilar) como arma empresarial. Lopera ignoró a todo este personal y, sin duda, fue su mayor acierto. Ollero ha pasado con sigilo por encima de los trajes de chaqueta con botones dorados y el pañuelito (utilizables tanto en Semana Santa o en Feria tras el paso por la tintorería) y ha salido a la calle a buscar teóricamente gente con capacidad. Acudió a Pepe Mel, el más aconsejable en ese momento para el banquillo; firmó a un buen futbolista como Portillo y ahora pondrá al mando a un experto director deportivo. Luego llegarán los aciertos y los errores, claro está, y la crítica reclamará responsabilidades. Pero una cosa es que el profesional no acierte y otra muy distinta sentir vergüenza y ridículo por ver a ciertos personajes destrozando al Betis.