Un club de la grandeza del Sevilla debe hacer más. Estoy seguro de que puede y debe hacerlo. Porque no es justo que los socios del Sevilla aquejados de una discapacidad y que no tengan más remedio que acudir al estadio en silla de ruedas no puedan ver bien al equipo al que han profesado tantos años de fidelidad. Por motivos de seguridad, el club ha colocado a estos socios en dos zonas acotadas en la grada de fondo y preferencia. Me llega la queja de David Santacruz. Un viejo amigo. Mediados de los 80. Instituto y litronas. Y fútbol. Mucho fútbol en su pasión desaforada por el Sevilla. Más de tres décadas de socio. Tragando con medianías e incluso algún que otro descenso lamentable. También viviendo la época más gloriosa de su Sevilla. Es el socio 1.508 y vive en una silla de ruedas. Ahora, en la zona acotada por el Sevilla para las personas con minusvalía no ve a su equipo cuando los aficionados se ponen de pie. Tampoco cuando llueve, porque asoman los paraguas. Le pasó la noche europea de la vuelta contra el Villarreal. Está harto de quejarse después de que lo sacaran de un pasillo en la grada de fondo donde él veía a su Sevilla. "Por motivos de seguridad", le dijeron. Más de 30 años de socio y ahora no ve a su equipo. "Estoy harto de quejarme y me dan largas", aclara. Seguro que un club tan grande como el Sevilla arreglará esta situación. Porque la grandeza reside también en paliar estos defectos. El Sevilla fue la ilusión que alimentó a David en su juventud para afrontar la vida, que lo había castigado, con entereza y optimismo. No tengo dudas. El Sevilla volverá a hacerle la vida más fácil. Como siempre.